GIOCONDA BELLI
Los 31 poemas de Entre dos silencios, dialogan ?responden, apelan, increpan? con o a un tú que nunca se nombra, pero cuyas señas son inequívocas: «pelícano herido», «amarrado/ en tu cruz», «envuélveme en la noche oscura». Con la excepción, me parece, de un poema (Secreto), el tú es un Dios escondido que incita al poeta a «conjugar su nombre». Y lo que queda de esa orden es un recorrido por los matices de una relación amorosa, recia e intensa, donde el yo aspira a fundirse con el tú («tu silencio me penetra como un arrullo», «tu luz serena cubría todas mis sombras», «Y te quedaste en todos mis miedos»), aunque quede siempre anhelante, pues la experiencia, por más intensa que sea, está herida de tiempo: «y mi mirada en el ocaso/ aún perdida, aguardaba otra caricia,/ otro monte, otro fuego». Al final, como lo descubrió fray Luis de León, los nombres de Cristo están en toda la realidad. Carlos Piccone calla su nombre y, a la vez, lo susurra con sencillez y radicalidad en lo secreto de las cosas porque, humildemente, sabemos que esta es la mejor forma de proclamarlo.