MANGUEL, ALBERTO
Una historia de la lectura recorre seis mil años de palabra escrita, desde las tablillas de arcilla del cuarto milenio a. C. hasta los libros impresos y los formatos digitales. En esta guía exquisita, Manguel retrata a lectores de todos los tipos y todos los tiempos (como Aristóteles o Borges, Virgilio o Dickens), sus hábitos y gustos, y nos conduce por las librerías del mundo, las cualidades de cada edición, las bibliotecas célebres y las desconocidas. Así, Manguel demuestra que el deseo de leer puede ser felizmente analizado. Sin duda, una obra clásica y fascinante para curiosos y amantes de los libros. Una historia de la lectura fue traducida a muchas y diversas lenguas: inglés, árabe, alemán, portugués, chino, coreano, danés, francés, griego, hebreo, italiano, checo, ruso, croata, esloveno, japonés, turco, neerlandés y noruego.?Alberto Manguel ha cartografiado un espacio personal que podríamos llamar el eros de la lectura. Allí celebra la multiplicidad del deseo ?tempestuoso, oculto, intermitente, exangu?e? que nos liga a un texto literario. Allí hace honor a la dualidad de la palabra francesa jouissance, que significa tanto goce sexual como disfrute. Tomando prestada la imagen de San Juan, ?Al leer o al hacer el amor, deberíamos ser capaces de perdernos en el otro y de salir transformados de ese acto: de lector en escritor en lector, de amante en amado en amante?. La analogía sexual es crucial. La cita de Manguel con el texto amado es íntima, posesiva y plenamente privada. Como en el erotismo, cada consumación supone sus peligros y su registro específico de pasión. Manguel es un Don Juan de las bibliotecas.? (George Steiner) ?Manguel fue un lector precoz e infatigable. ?La verdad ?escribe? es que no puedo recordar un tiempo en que no viviera rodeado por mi biblioteca. Cuanto tenía 7 u 8 años, mi cuarto parecía una Alejandría en miniatura?. Hay quienes aman el conocimiento, y hay quienes aman la lectura. Manguel está entre los últimos. No se trata, en su caso, de ignorancia, sino de un saber que tiene la impronta alusiva y elusiva que comúnmente se asocia con la lectura. No traza teorías generales ni afirmaciones definitivas. Su método se nutre de la asociación y el hallazgo casual. Él mismo es un ?erudito casual? en la tradición de Robert Burton o de Thomas Browne; un cazador de tesoros recónditos.? (Peter Ackroyd)