ANTÓN P. CHÉJOV
La colaboración de Chéjov con el Teatro del Arte de Moscú, dirigido por Stanislavski y Nemiróvich-Danchenko, se cerró con las dos últimas creaciones para la escena del autor, Tres hermanas (1901) y El huerto de los cerezos (1904). Stanislavski veía con estupor cómo Chéjov se resistía a admitir que esas obras «fueran consideradas angustiosos dramas sobre la vida rusa»; él insistía en que eran alegres comedias, farsas casi frívolas. La relectura hoy de estos dos títulos excepcionales e inclasificables aviva y matiza a la vez la polémica, por otro lado muy bien ilustrada en los recuerdos de Stanislavski sobre el montaje y en los ensayos históricos de Rudnitski que incluimos en esta edición.
La poeta simbolista Zinaída Guippius dijo en una ocasión: «Chéjov ha descubierto el microscopio. Ha descubierto los átomos». El tiempo ha dado la vuelta a esta afirmación, que en su origen tenía un carácter despectivo, y la nueva traducción de sus dos obras finales, de la mano de Jorge Saura y Bibicharifa Jakimziánova, permite comprobar por qué.
Tres hermanas narra la historia de tres hermanas y un hermano que ven alterada su rutina con la llegada de unos oficiales de artillería. Cuando creen que su vida cambiará, el hermano contrae matrimonio con la novia que siempre ha estado a la sombra de la familia, pero que aprovechará su nuevo estatus para dar rienda a su autoridad. El huerto de los cerezos dos hermanos confían en que el tiempo solucionará sus problemas con la finca de la que son propietarios, pero será finalmente subastada y con ella se subastarán también toda una serie de entresijos morales y amorosos.