LUDMILA RAMIS
Cuando nació no sabían cómo llamarla.
Su padre quería ponerle el nombre de la abuela, Mary, mientras su madre anhelaba llamarla Salmeé, como uno de sus tantos y extraños personajes literarios. El mecánico y la escritora no se ponían de acuerdo, por lo que decidieron lanzar una moneda al aire: si salía cruz, ganaba papá; si salía cara, mamá.
Salió cruz.
Sin embargo, cuando la niña creció, se encontró con el muchacho que le había arruinado la vida y este le preguntó su nombre sin recordarla en absoluto, de sus labios no salió «Mary».
Salió cara, porque dijo «Salmeé».
Dicen que es de cobardes mentir, pero cuando es lo que único que deja caer una pared que separa un pasado oscuro de un futuro brillante, ¿no lo considerarían?
¿Mentira o verdad? ¿Cara o cruz? ¿Mary o Salmeé?
¿Callo para no herirte o te cuento la verdad?