GONZALO PORTOCARRERO
Lograda la independencia, el Perú comienza a configurarse como un estado que está aún muy lejos de albergar una nación en el sentido de una comunidad de gente que se imagina con los mismos derechos y que se proyecta hacia un destino común. No hay acuerdo sobre la visión del pasado y la premonición del futuro que permita fundar una vida colectiva que garantice el triunfo de la solidaridad y la eliminación de las jerarquías coloniales que fragmentan la sociedad. Los intelectuales criollos dieron forma a los anhelos de una modernidad sin historia, a un proyecto que pudiera colocarnos, a marchas forzadas, en el coro de las naciones civilizadas. Pero el proyecto criollo pronto se estrelló contra una historia milenaria que se obstina en permanecer. Entonces, desde González Prada y Mariátegui el reto de nuestra colectividad es imaginar un futuro que prolongue las tradiciones que nos definen. Y los intelectuales asumen el reto desde la seducción de la palabra bien dicha, esa que nos impulsa a explorar las virtualidades de lo posible.