El Mòzi es el equivalente oriental a la lamentablemente perdida República de Zenón, fundador del estoicismo y maestro del cosmopolitismo, la cual, nos refiere Plutarco, podría ser resumida en un solo principio: que todos los habitantes de este mundo no deben vivir diferenciados por sus respectivas reglas de justicia en ciudades y comunidades separadas sino que debemos considerarnos de única comunidad o ciudad. Y tanto el maestro Mò o Mòzi como el Zenón y los estoicos basan su propuesta apelando al sentido común humano o logos. Pero el Mòzi, más allá de ser una propuesta de unidad humana y un tratado de gobernanza global, es en sí también una experiencia ilustradora. Confucio había señalado que la unidad que aportaban las antiguas dinastías era la paz, pero Mòzi se opone a la desigualdad o jerarquía confuciana y su política del Amor Universal es de igualdad o no discriminación. Frente a Mòzi levantaron su voz los neo-confucianos señalando que no había sociedad sin estado (Mencio) y los legistas apuntando que una política humana, de igualdad o no discriminación, es contradictoria con la forma inhumana y piramidal del estado necesaria para su vida o actividad, que es la guerra, tal como precisamente dice en su primera línea el Arte de la Guerra. En efecto, la unidad humana es el amor universal de Mòzi, porque no solo es el fin de las armas y la guerra sino que también acaba con la desigualdad o injusticia propia del estado, el arma incorporada. La unidad humana o toma de decisiones universal o conjunta no era posible en tiempo de Mòzi debido a lo ignoto del mundo y a sus habitantes, pero lo es en la era de la globalización; la dificultad estriba todavía en que no puede ser promovida por los estados o sus representantes sino por las personas como tales, sin discriminación de nacionalidad.